Fue el 13 de marzo de 1984 cuando mi madre me regaló aquel cuaderno de tapas de piel rojas.
Recuerdo que al abrirlo, la suavidad de sus hojas de reborde dorado me cautivó.
De repente sentí, a mis siete años, la magia de imaginar que en esas páginas podría escribir cuanto quisiera…
A partir de ese día, empecé a escribir, sintiendo la libertad de hacerlo para mí, sin más propósito que el de crear y expresar, sin límites ni censuras.
Y no he dejado de hacerlo hasta hoy, cuarenta y siete años después.
He escrito lineas sobre mi vida y sobre mis sueños. Me he enamorado a través de mis versos. Me he despedido de mis ausencias. Y he creado los mundos que he imaginado y me han emocionado.
Crecí entre libros y entre ellos sigo encontrando sentido a muchas cosas.
Mientras sigamos siendo capaces de transmitir y viajar con la escritura y la lectura, todo será posible.