¿Y si pudiéramos mirar al amor de frente? ¿Y si pudiéramos despojarlo de capas y capas superficiales, de adornos innecesarios, para llegar a su misma esencia? ¿Qué encontraríamos en el amor más profundo, en nuestros verdaderos motivos como motor que nos lleva a compartir camino, tiempo y vida con alguien más?
Tal vez de miedo mirar adentro, por temor a que lo que encontremos no sea tan coincidente con lo que nos repetimos mentalmente que debería ser, o cómo debería ser. Las posibilidades, como las propias personas, son infinitas…
Pero algunas veces, entre esas infinitas posibilidades, se cruzan dos personas que descubren que el hilo invisible que puede unirles no les ata, sino que les hace volar más alto, descubrir nuevos mundos en compañía el uno del otro…
Ese amor es generoso, es altruísta, es creativo, constructivo… A veces duele, como la mayoría de todas las cosas de este mundo que nos entusiasman tanto, que las consumimos sin dosificarlas, insaciables y empachados de pura felicidad. Pero es ese dolor de la plenitud. Daños colaterales de las mejores cosas, que luego se asientan, y te devuelven a una calma sosegada, para que poco a poco vayas aprendiendo a degustarlas poco a poco, con mimo y sin atracones. Y a partir de ahí, en ese tipo de amor, no sería cuando éste se acaba, sino cuando comenzaría lo mejor del resto del camino.
______________________________________________________________________________________________
«Hoy te vi, y de manera natural volví a sonreír nervioso y emocionado, sintiendo el aleteo de las mariposas en el estómago, parecido a un ligero vértigo que te embriaga pero que también trae una brisa suave, que siempre reconforta.
Sonreías igual que el primer día, con una sonrisa generosa y sincera, preciosa con ese vestido ligero que marcaba el contorno de tu cuerpo sin necesidad de más adornos, y caminando con paso firme y seguro, como eres tú, te fuiste acercando hasta mí.
No. No nos fijamos el uno en el otro por necesitarnos. En este otoño de la vida, fuimos nosotros quienes elegimos empezar a recorrer juntos el resto de la travesía, a pesar de acumular a las espaldas cicatrices pasadas de historias con peores desenlaces.
—Del modo que tú quieras y al ritmo que tú quieras— te dije esperando y deseando simplemente que no te importara seguir avanzando y caminando a mi lado, sin preguntarnos ni exigirnos por ello nada más.
Y te fui viendo cada día un poco más, de todo lo que de ti me fuiste mostrando. Tu alma, tus sueños, tus miedos y tus recuerdos. Y tu capacidad casi infantil de ilusionarte por las cosas más sencillas. Y de esa mujer valiente, pero con alma de niña inquieta, me enamoré. Y me mostré ante ti desnudo tal como soy, y con todo lo que tengo, sin mentiras ni artificios. Y con eso fue suficiente.«
______________________________________________________________________________________________
Fragmento del relato «Y de repente», publicado en la antología «Ella y otros relatos románticos», de Ediciones Embrujo. Raquel Esteban Hernández.